.: 11-07-2007

miércoles, 11 de julio de 2007

NOVELA Y CUENTO DE MARIO BAHAMONDE. (Portadas de sus libros y algunos textos)

DERROTEROS Y CANGALLA (CUENTOS).
Editorial Nascimiento. 1978. Santiago. Chile.
1.- El Calladito (Gatico 1920), 2.- El lobato, 3.- Tres hombres en la soledad (Desierto de Antofagasta, 1890), 4.- La virgen de oro (A Hernán del Solar), 5.- Huellas remotas, 6.- El negro destino de Hans Kuttz (Oficina Chile, 1900), 7.- La duda, 8.- El tío Hemingway (A Pedro Olmos), 9.- El río indígena (Quillagua, 1940), 10.- Huella rota (Chuquicamata, 1925), 11.- Ala viva (A Caty), 12.- Un ser tan extraño como los siglos, 13.- El pez y la piedra (Tocopilla 1970), 14.- En el horizonte de los años (Antofagasta, 1914), 15.- Perspectivas, 16.- Toda la pampa es un solo camino (Tarapacá, 1891), 17.- Soledad en la puna, 18.- El silencio sobre la tierra (Calama, 1930), 19.- La mujer del camino (Pampa de María Elena, 1970), 20.- Desierto, 21.- El Club de los Aburridos (Taltal, hoy).


UN SER TAN EXTAÑO COMO LA NOCHE
(de derroteros y cangalla)

Desde la cumbre del cerro que recién había remontado por el lado norte divisé, allá abajo, la columna de humo que me hacía señas en un valle, bastante al sur, junto al más hermoso lago cordillerano de estas montañas. Esa columna de humo significaba que allá estaba el gringo Harrison esperándome y, quizás, desayunándose con alguna avecilla asada a las brasas. Venía remontando cerros desde hacia seis días, solo, seguido por la mula de carga que, a fuerza de agotar jornadas, había aprendido a seguirme con ese sometimiento con que los mulares se entregan a sus tareas ¡cuando se entregan!
El descenso lo hice orillando el flanco del cerro y deteniéndome a trechos para mirar a mis antojos el espectáculo del lago Guasco, de aguas transparentes en medio de un aire diáfano, prolongándose por muchos kilómetros por el valle que le servía de lecho. Todo ese paisaje era como si los ojos se llenaran de una extraña y confusa felicidad. Ahí fue precisamente donde recordé un episodios no tan remoto. Fue cuando nos pilló una avalancha de nieve casi en la cumbre de una de estas montañas y la buena suerte nos hizo guarecernos, justo antes de ser aplastados por la avalancha en el interior de una cata sulfatera que estaba ahí, puesta a nuestro lado por la mano del destino. La avalancha nos cerró la boca de la azufrera y, en medio de esa atmósfera de encierro, de oscuridad y de miedo, comencé a vivir un proceso de esta misma felicidad extraña y confusa. Aquel encierro se prolongó por varias horas, y al final, cuando ya sentimos desde adentro el eco de las cuadrillas que trabajaban en abrir la boca de la cata para rescatarnos, esa felicidad se fue convirtiendo en desazón, luego en molestia y por último en desesperación.
Descendí y la orilla del lago me recibió con su remanso de aire quieto y su intenso aroma vegetal. Aún recorrí un par de kilómetros para llegar hasta la carpa del gringo Harrison que me esperaba junto a la columna de humo con un tarro de café caliente. Me sonrío a modo de saludo. Y este gringo que jamás decía una palabras durante días enteros, especialmente cuando estaba mimetizado junto a un nidal observando la vida de una familia de aves, me señaló algo en el suelo y me dijo:-Es un halago. Algo nunca visto por nosotros. Espera.Recién comprendí que lo que estaba mirando no era en verdad una piedra sino un huevo que, en ese preciso instante, empezó a ser roto por el ave que contenía y que estaba naciendo. Nos quedamos sigilosamente mudos. Desde dentro de ese curioso huevo vi salir un ser que me pareció horrible. Algo como un diminuto dinosaurio, de sólidas patas traseras y débiles patas delanteras, cuyo cuerpo estaba recubierto de pelusitas amarillas que, después de los días, notoriamente se convirtieron en plumas.Miré al gringo Harrison acusando mi impacto. El también estaba asombrado.-Las aves provienen de los dinosaurios. Aquí lo estás viendo. ¡Mira, mira!... –afirmó.El animal caminó, avanzó pesadamente moviendo las sólidas patas traseras. De pronto remeció con violencia todo su cuerpo, como si intentara desprenderse del encierro a que había estado sometido dentro de la cáscara del huevo. Pero inmediatamente el movimiento de convirtió en estertor y el cuerpo se dobló vencido por una muerte súbita.Volví a mirar al gringo, aún desconcertado.- Las plumas primitivamente fueron para guardar el calor del cuerpo y no para volar. Los dinosaurios en alguna etapa remota de la vida tuvieron que ir reduciendo su tamaño para sobrevivir. Así surgieron las primeras especies de aves.Sentí el peso de una fantasía de la naturaleza o de un insomnio de los seres primitivos o de un extra{o saldo de la vida animal, revivido de repente aquí en plena soledad de las montañas, junto a este lago maravilloso. Tenía ganas de hacerles muchas preguntas la gringo Harrison, pero sabía que el único camino posible para sacarle algo era esperar. Y esperé.Se demoró mucho rato en hilvanar el comentario:-Sólo me falta entender el posible origen de este huevo, pero no adivino. Es segunda vez que observo este fenómeno, pero no entiendo cómo pudo aparecer el huevo. ¡No entiendo!... –gritó, acosado por una trágica desesperación científica. Después de otro rato agregó-: Pero no puede sobrevivir, no, eso no podría ser. La vida no puede ser retenida de una sola forma.
La cara del gringo Harrison había sufrido una sorprendente transformación desde el severo rostro del científico hasta descomponerse en dos ojos obsesivos que parecían delirar. Otra vez, muy lentamente, regresó a su ser y me dijo:-Se te va a enfriar el café...¡hombre!...
Al día siguiente reanudé mi marcha por la orilla del lago Guasco para llegar en el día al lugar que me correspondía registrar y al cual me pasaría a recoger el gringo Harrison una semana después. La mula me empuja suavemente por la espalda. Pero estaba dentro del paisaje, mirando con veneración el cuerpo pétreo de las montañas y la masa quieta del agua en medio de esa tranquilidad de siglos. Yo sabía desde antes que todo está vivo. Los cerros, el lago, el viento, los temporales, la vegetación, la naturaleza, todo está vivo y permanece vivo en medio de sus misterios y de sus designios. Lo sé tan bien como sé igualmente que yo no soy un hombre de ciencia. Y si ahora ando en medio de esta soledad es porque también sé que hay algo más que permanece vivo. Y ese algo es el esplendor de la belleza de la tierra, que por estas cumbres se conserva más pura desde tiempos inmemoriales.


LA DUDA
(de derroteros y cangalla)

El rostro de ella adherido al suyo, ansia voraz, intensamente adherido, delirio posesivo, boca con boca respirando el reciproco jadeo, el ardor reptándole más adentro de la piel, sudorosos, el cuerpo de ella huyendo de sus manos ávidas, las piernas entre piernas, incendio, locura, exterminio, boca con boca, ganas de hundirse hasta la médula de la vida en esa vertiente de la hondura carnal, delirante en el ardor de la sangre revuelta, él sintiendo que los hombros de ella eran suyos, suyo, suyos, sus senos suaves, ella entera en él y él íntegro en ella, solos, el volcán del placer y el desesperado braceo de la existencia, el manantial de la vida surgiendo desde las entrañas del deseo para la gloria del amos, ¡ay!, ¡oh, mujer!...
Hasta que de repente el ovillo de los dos cuerpos estrujó los espasmos, deshaciendo sus ríos tibios en el acompasado declinar del más intenso goce del ser.
Hizo un esfuerzo a pesar del rescoldo de las ganas de permanecer así y pasó por encima de una pierna de ella para tenderse luego a si lado, muy cerca aún, sintiendo en el hombro, en el brazo, en la pierna, las últimas delicias del contacto. Pensó que había nacido para esa plenitud. Miles de años de existencia pesaban sobre su satisfacción. Era la vida misma empujando a la vida en la desesperada carrera, él era un murciélago vampiro, un delirante, la llamarada, el asedio, la eterna médula del amor.
Permaneció así, tendido a si lado, lo que le pareció un lapso fugaz. Empezó a flotar en la calma de la nada rumiando los hilvanes de un desvarío que se desvanecía en la semioscuridad vesperal del cuarto. Apenas divisaba a su lado el perfil con algunos cabellos revueltos sobre la frente y ese dejo de intimidad flotando en el dibujo de su silueta. Ella era su orilla , su tierna orilla en ese momento y, morándola en el juego de la nada quería llegar has su piel y penetrar más adentro, hasta averiguar el secreto de esa calma o de esa nada.Una vaga tristeza lo condujo hasta el laberinto del hambre. Percibió el vaho del amor flotando en los olores sexuales y un airecillo de pena le conmovió un vago anhelo de pureza. Luego le sobrevino la duda.
"¿Satisfecha...descontenta... desengañada...indiferente?, pensó con tenues sombras en sus cavilaciones y esas gotas ácidas penetraron por las grietas de la duda. La miró. Lentamente desvió si rostro hasta recortar por completo el dibujo del rostro de ella que en ese momento se había vuelto hacia él. Le apreció que un susurro de tristeza le reprimía una lágrima. Se alarmó. "¿Realizada?"... ¿frustrada?..." Escarbó en sus dudas. El hombro de ella, el brazo, la pierna estaban ahí rozando aún la delicia de su cuerpo, era ya no adherido sino simplemente al lado, en un contacto ausente, a las puertas del sueño. "¿Mala experiencia?... ¿buena experiencia?...", insistió caviloso. Tornó a mirarla, ahora de perfil, exhalando esa madurez de mujer en cuya belleza él había puesto todo el amasijo de sus ruegos, lágrimas y angustias.Sin embargo, luchó por tranquilizarse, por no dejarse vencer por esa duda. Pensó que era absurdo insinuar siquiera esa duda. ¿Quién sería capaz de revelársela? ¿Y para qué?Insinuó un ademán de besarla y ella le ofreció unos labios que parecían fríos, remotos. Se levantó. Se vistió lentamente mientras ella continuaba en esa ausencia inescrutable. Al despedirse, le preguntó:-¿Te vengo a ver el próximo viernes?... ¿en la tarde? –agregó.Ella esbozó una afirmación sin pronunciar ni una palabra.El partió con el corazón frío y la sangre herida por esa duda que de todos modos lo había mordido entre la carne y el presentimiento.(La Duda. Páginas 75, 76 y 77 de "Derroteros y Cangalla",

Mario Bahamonde, Editorial Nascimento, 1978, Santiago, Chile.)

DE CUAN LEJOS VIENE EL TIEMPO
TODA LA PAMPA ES UN SOLO CAMINO
(De cuán lejos viene el tiempo)

Caminar, caminar, caminar...La tierra toda se movía con un monótono balanceo.Caminar, caminar...La tierra despacio se le metía por los ojos en tanto que los pasos le repercutían en la cabeza. Y así había sido por seis días. Pero tenía que seguir andando porque el único imperativo de su vida era llegar. ¿A dónde?¡Llegar...llegar!Al menos si hubiera un camino, una huella vieja que fuera. ¡Pero al fin toda la pampa era un solo camino. !Llegar! Estaba cansado, con ese cansancio que pone los huesos como fieros viejos. Miró la botella: era apenas un concho, casi el último sorbo. Y prefirió reservarlo.Tenía que llegar a donde fuera porque él era una parte de la noticia y podía contar tan verídica como había sucedido.

Caminar, caminar, caminar... Los pasos...De repente un sobresalto le apretó el corazón. ¿Estaría perdido? ¿Se llegaría alguna parte por esa dirección? Solía ocurrir que la pampa fuera una mortaja de distancias. Pero no: el verdadero pampino es hermano de esta tierra y sabe entenderla.Sin embargo, se aferró a la botella como a una salvación. Caminar desde la pampa de Iquique hasta el cantón de Antofagasta no es como andar jugando por las calicheras.¡Al menos si no le dolieran los ojos!

-o0o-

Seis días caminando y siempre la pampa estaba muerta de distancias. Seis días iguales. El era una parte de la noticia, pero todo se veía ahora desde tan lejos. Venía desde algo que se distanciaba definitivamente.Le pareció que sus pasos avanzaban hacia el recuerdo.¡Cómo había empezado todo aquello! Sí, principió por ser algo vago, algo informe como un ventarrón y que en medio del viento vinieran las noticias. De repente oyeron decir esa cosa recia y roja, oyeron habar de la revolución. ¡Muera Balmaceda! Los obreros entonces se habían apoderado de la Pisagua, en la costa, mientras en el desierto reclutaban gente.¡Qué sabían ellos, pero muera Balmaceda! ¡Viva la revolución!¿Por qué habían apresado a los cabecillas? ¿Qué hermoso debió ser eso de entrara a Pisagua y que las balas rociaran la muerte. ¡Pum...paf!... La muerte estaba de rodillas y con su cara hueca. Tal vez por eso apresaron a los caudillos.¡Pero qué! (Ya no caminaba, ya no era él. Los días tienen un fantasma así como los hombres tienen una sombra: ahora +el y su sombra estaban con el fantasma de los días).Entonces fue cuando apresaron a Conchita de Oro, tipo bravo y hombre. Pero cómo se había juntado gente cerca de Huara, en el desvío de Rosario. Quizá cuatro mil o más. ¡Cuatro mil pampinos con el gesto revuelto! ¡Viva la revolución! Venían de Huara, Primitiva, Rosario, Tres Marías, Puntuchuara, San José y qué se yo. ¡Muera Balmaceda! Se podían ver las caras de yodo y las espaldas anchas.Y qué hombre con tantas ínfulas había resultado “El Corrector”. Llegó y entró a mandar con una importancia, metiendo su voz de barreta en cada orden. Por eso la gente le hizo caso. ¿Cómo se llamaba? ¡Al diablo, se llamaba simplemente “El Corrector”!(Ya no era él. Recordar le resultaba lo mismo que ser arrastrado por una corriente hacia el fondo de las cosas).Si todo hubiera ocurrido como “El Corrector” decía, quizá las cosas hubieran cambiado. El quería que todos los pampinos fueran a Iquique, a tomar la cuidad. Meterse por las calles y atropellar. ¡Pum...paf! Así era la lucha. Es cierto que la revolución rondaba embravecida. Por otras localidades quedaban heridos que apenas podían vendarse. También se habalaba de saqueos y de gente que moría llorando. ¿Por quién peleaban? ¿Por qué sucedía todo esto? Ellos tenían que ir a Iquique y meterse frente a las balas: ya verían modo de usar la valentía. Pero la desgracia estaba en que no podían conseguir un tren. Cuatro mil hombres no pueden viajar a pie y llegar de sorpresa. Ahí estuvieron con la montonera deshecha y el ánimo medio en suspenso. “El Corrector” los podía ver en rebaño mientras conversaban a grandes voces. “¿Y qué hacemos?” De la cordillera lejana, de la pampa misma, quizás del viento caía la noche. Entonces la inutilidad se bañaba un poco en descontento. Hasta que de la misma pampa y del mismo viento regresaba el día trayendo nuevas esperanzas.A ratos venía más gente a sumarse a la avalancha trágica. Lo abandonaron todo y se venían. La pampa entera se callaba en algunas partes para dar paso al torbellino. La tierra de las calicheras se venía con ellos: tierra en las caras, tierra en las almas enmohecidas. Pero así pasaba el tiempo.-¿Y qué hacemos?Como la tarde estaba quieta, estática bajo el sol aceroso, el tren que venía pudo verse desde lejos. Las bocanadas negras lo delataban antes que el ruido ahogara la amplitud del desierto.Primero hubo confusión porque no acertaron a pensar lo que eso significaba. ¡Podía ser la tropa! Pero después la misma fiebre los impulsó al delirio.-¡¡ A la línea todos!! ¡¡A la línea todos!!Y la masa delirante se abalanzó sobre los fierros. Pasaban los hombres corriendo. Se veían las caras agitadas. Y ya en la línea:-¡Ese durmiente, aquí!-Esos costrones, encima!-¡Ese riel!!...Era un gran hombre “El Corrector”. Las órdenes le abrillantaban los gestos.-¡Detrás todo el mundo!El convoy era pequeño: apenas arrastraba un carro la máquina. Cuando se detuvo frente a los obstáculos, lo pudieron mirar con curiosidad.De la puerta de paso a la máquina surgió un subteniente que urgió la marcha al maquinista. Pero, al mismo tiempo, de una ventanilla apareció la cara de Conchita de Oro, asomándose hacia los pampinos.-¡Viva la revolución!- alcanzó a gritar mientras lo distinguían los pampinos.Después todo se hizo incontenible. La noticia de los prisioneros que bajaban en el convoy custodiados por el ejército enardeció la última chispa.En vano el vaho blanco de la locomotora partió el aire trepidando. Ahí estaban los obstáculos. Además los gritos crecían como una ola que avanza.El primero fue “El Corrector”. Se echó el rifle a la cara y apuntó con la rabia puesta en los ojos.El maquinista hizo un giro corto para caer dando tumbos sobre la tierra, junto al tren, Respondieron los del convoy con loco anhelo desesperado. Y al rato las balas parecían taladrar la pampa.Las órdenes saltaban y corrían avisando si urgencia.Son muy pocos los del tren. Hay que acercarse más. ¡Acérquense sin miedo!Ahora “El Corrector” enarbolaba el rifle animándolos a la carga.-¡Eh, Macario, Anselmo, Tadeo... por esa puerta!A cada descarga de las ventanillas se doblaban algunos pampinos. Se doblaban abriendo los brazos con un rojo surtidos clavado como insignia. Otros agonizaban entre quejidos.- ¡Sin miedo, hombre! – volvió a gritar “El Corrector”.Entonces él mismo avanzó hasta el carro. Caminó sin cautela, sin importarle ni su pellejo. Y adentro: uno, ¡pum!, dos, paf!; tres, ¡pum!Afuera ya no cayeron más pampinos tiñendo la tierra.Cuando la gente se dio cuenta de la hazaña, corrió hasta el tren. Algunos ya estaban en la misma máquina. ¡Qué muerterío! Un milico se moría con la mandíbula destrozada por un plomazo. Se moría como pidiendo perdón. Pero ninguna cosa impresionaba a los pampinos. Hasta que en medio del montón encontraron el cadáver de Conchita de Oro.“El Corrector” agachó la cabeza con una mezcla de respeto y de rabia. La gente se arremolinaba ebria de furia. Pero nada podía durar. El tren era un juguete nuevo para los que no se interesaban por los muertos.Hasta que “El Corrector” se recuperó.-Ahora hay que preparase para Iquique- les dijo, y su voz fue otra orden.¡A Iquique! ¡A Iquique en el tren!Pero necesitaban más carros.Atardecía. La espantosa aridez se pintaba de tonos suaves, menos reverberantes. Perfectamente se podían mirar las lomas de los cerros que recortaban la inmensidad. ¡Tanta distancia sobre la misma tierra!Ya pronto otra vez el tren estuvo en movimiento. Debían alcanzar hasta las oficinas próximas en busca de carros. ¡Cómo se entorpecían las cosas!

DICCIONARIO DE VOCES DEL NORTE DE CHILE.
Editado por Nascimento, 1978 y reeditado por la Universidad Católica del Norte en 1998.

A

Anda vete y dejamé
Que estoy cansada de amarte,
Que yo no soy la primera
Que muero por ser tu amante,
Anda vete y dejamé.

ABICHITA. Miner.-Arseniato cúprico hidratado. Nombre poco común en toda la región.
ABRACITA. Miner.-Mineral del grupo de los silicatos aluminosos hidratados.
ABROCHARSE. V.-Amarrarse un individuo a otro, para evitar la huida, y enfrentar una pelea entre ambos. Antigua costumbre minera.
ACACHARSE. V.-Imposibilidad de desprenderse de algo y obligación de soportar el peso del almacenamiento excesivo. Por extensión, lo que no se pudo decir (“Se quedó acachao”).
ACATITA. S.-Peones pampinos en la antigua nomenclatura salitrera encargados de chancar el caliche, mediante combos de largo mangos, para reducir los costrones a un tamaño apropiado para las chancadores o acendradoras.
ACERILLOS DEL PINGO. Top.-Serranías con antiguas minas de plata que se encuentran al interior de Chañaral y a 30 kilómetros al norte de Tres Puntas, en Copiapó. Acerillos, término usado en minería por acerado, ciertos minerales de plata. Pingo, arbusto, pingo-pingo (Ephedra andina). En la actualidad son terrenos abandonados.
ACONTITA. Miner .-Mineral compuesto de partes iguales de hierro y arsénico sulfurados. Su color es blanco de plata.
ACOPIO. S.-Cubicación de coplas de caliches que hacía cada particular junto a su calichera, en el viejo sistema salitrero, y que era el producto de su trabajo. El particular le vendía su acopio a la compañía según el volumen y la ley del caliche.
ACULLICAR. V.-Masticar coca. Voz que acusa una costumbre lugareña de la puna.
ACULLICO. S.-Puñadito de hojas de coca que se mastican durante un rato, para calmar la sed, el hambre, el cansancio y todos los males de la vida. Costumbre ancestral.
ACUMA. Top.- Lugar cerca de Socoroma, al interior de Arica.
ACHACURE. Top.-Lugar en Parinacota, al interior de Arica.
ACHACHES (LOS). Folk.-Baile ceremonial precordillerano de muy antigua raíz, que muestra a los hombres más viejos de la comunidad (los abuelos), en sus diferentes tareas: agradecer al sol, adorar a la tierra, espantar el mal que amenaza la paz del ayllu, mostrar el camino del porvenir. Danza lenta y dramática que desarrollan los viejos en medio del silencio sobrecogido de sus nietos.
ACHACHILA. S.-Abuelo, entre los lugareños de la puna, en Tarapacá y Antofagasta. Voz frecuente y actual.
¡ACHALAY! Interj.-Expresión admirativa para significar ¡Qué bueno! Voz socorrida entre los púnenos.
ACHAMPARSE. V.-Desarrollar una champa. Arraigarse como la champa.
ACHARRANCHO. Top.-Lugar en Parinacota, al interior de Arica.
ACHERIAR. V.-Robar animales. Voz quechua.
ACHICHARRAR. V.-Estar aplastado por el calor.
ACHILARSE. V.-Apurarse, acelerar la marcha, apremiar el esfuerzo. Voz de origen quechua.
ACHIRA. Bot.-Planta de hojas anchas y alargadas, caducas. Es voz quechua.
ACHOLAR. V.-Avergonzar. Igual en Argentina y Perú.
ACHUELO. Top.-Lugar en Livílcar, a interior de Arica.
AGARRAR. V.-Obtener alguna utilidad. Obtener algún beneficio generalmente por oportunismo o habilidad. Voz muy difundida en el habla regional. “AgarraAguirre” (pesca lo que puedas). “Agarré miga” (obtuve algo bueno). “Agarré un resfrío”, etc.
(continuará... la publicación)

RUTA PANAMERICANA

Editada por Nascimento en 1980
Novela que hilvana el tiempo real con el mítico e histórico. Un viaje en bus de Norte a Sur que devela la idiosincrasia, los temores, las traiciones y la singularidad de los chilenos. Relatos cruzados que van desde los tiempos inmemoriales hasta el golpe de estado de 1973.






ALA VIVA
Autoedición.
Hermoso relato que da cuenta de la "nortinidad" a través de la vida de una humilde Garuma. Este texto fue creado como un regalo de Bahamonde a sus amigos,









ANTOLOGÍA DEL CUENTO NORTINO
Compilación realizada por Mario Bahamonde















GENTE DE GREDA O LOS CEREMONIALES DEL TIEMPO
Editada por Nascimento en 1980
Un caminar con los ojos bien abiertos por las cuatro Regiones que conforman el gran Norte de Chile. En sus libros nos cuenta de olvidadas verdades, pequeñas historias, nos habla de utopías y quimeras, de cosas sencillas, de personajes arquetípicos, de tesoros improbables y aventuras inconclusas... Nos hace “ver y sentir” el paisaje físico y humano del Norte, un medio geográfico que le pertenece y del cual sintió su profundo misterio.




PAMPINOS Y SALITREROS
Editada por Quimantú en 1973







GABRIELA MISTRAL, AÑOS DE FORJA Y VALENTÍA
Editada por Nascimento en 1978
Novela que da cuenta con detalles inéditos , de la estadía de Gabriela Mistral en Antofagasta como profesora del Liceo de Niñas. Documento histórico que devela los años de juventud de la premio nobel.




EL CAUDILLO DE COPIAPO
Editorial Nascimento
Apasionante novela sobre Pedro León Gallo y la fundación del radicalismo en Chile. Un potente relato de las revoluciones de fines del siglo XIX.








TRES CUENTOS PARA EL NORTE
Ediciones Municipalidad de Antofagasta
Premio Municipal de Antofagasta/ 1943
Bahamonde aporta con el cuento: Cara e' picante








GUÍA DE LA PRODUCCIÓN INTELECTUAL NORTINA
Trabajo de investigación y difusión. Antofagasta 1971. Investigación bibliográfica dirigida por Mario Bahamonde. Dirección técnica: Germana Fernández. Colaboraron: Ximena Warnken, Alberto Carrizo, Eduardo Díaz, Frieda Ramírez, Ana María Godoy.