.: ESCRIBIERON SOBRE MARIO BAHAMONDE SILVA (Andrés Sabella, Sergio Gaytán...)

sábado, 30 de junio de 2007

ESCRIBIERON SOBRE MARIO BAHAMONDE SILVA (Andrés Sabella, Sergio Gaytán...)

ESCRIBIÓ OSVALDO MAYA:

Osvaldo Maya, doctor en filología romántica escribió un completo estudio sobre la novelística de Mario Bahamonde titulado " Mario Bahamonde, Novelista. Literatura y Conciencia Histórica del Norte Chileno". Ediciones Universitarias Universidad Católica del Norte.

El texto completo pude ser ubicado en la U.C. del Norte, en Antofagasta.



ESCRIBIÓ ANDRÉS SABELLA (POETA NORTINO):


Si el escritor es lo que son sus palabras, Mario Bahamonde estaba hecho de aquellas que no echan resplandor, sino que ciegan por su profundidad. En tal sentido, era nortino desde la cal hasta la voz.

Leyéndolo, con atención de cateador que no se conforma con las primeras vetas que lo detienen, anotamos algunas de estas palabras reveladoras. Desierto, camino, sed, tierra, sol.

¡Palabras que pesan, que se parten en huellas, que desgarran, que arrojan contra las piedras, que sacan fiebre a los dorados solares!

Bahamonde fue criatura de este desierto. Lo amó, porque entendía que allá. Los hombres empiezan a penetrarse, persiguiéndolo el más derrotero: el sí mismos:

“Más lejos, el desierto estaría acurrucándose en su gran lecho de silencio”.

El desierto es una tentación de lejanías, de metas que imaginamos de agua y de sombra. Obliga a caminar. Caminarlo enseña a tantear azares y espejismos. Bahamonde conjugó, deleitosamente, el verbo, deteniéndose en cada sílaba, como aguada venturoso:

“No sé cuánto caminé. Perseguir a un derrotero es como ponerle el hombro a una esperanza”.

Pero, no se anda sin riesgos en el páramo inmenso. De alguna piedra perdida, engrifada y muda, la sed salta a los viandantes y principia a quemar sus bocas, a encenizarles la voz. Bahamonde ha escrito sed, como doliéndole que la sufran sus personajes:

“Sol. Fiebre. Sol. Tengo sed”.

Pero, al hombre del Norte –y Bahamonde lo era-, asimismo, lo exigen palabreas que exceden una cuartilla literaria. Lo aprendieron de la sangre obrera, cuando los “rajos” ansiaban ser bocas para clamar justicia. Y pronuncia, bravío y en alto. Pan y libertad, libro y paz.

Mario Bahamonde no esquivó el hombro a sus responsabilidades civiles, porque nunca ignoró que es escritor de verdad sólo el que se decida ano callarla jamás. Y murió en el cultivo de amor de sus ideales de redención humana, sin torceduras del alma, ni arrodillamientos ante la comodidad cobarde de los que se conforman con el cobarde “dejemos las cosas como están”.

“Era el desierto. El desierto que nos mordía y nos transformaba hasta sacarnos las palabras y dejar apenas los gestos”.

A él la pampa salitrera no le secó las palabras: ni las del ensueño, ni de la protesta. Y si Hanz Kuttz, el héroe de “negro destino”, “creía que el hombre vive en perpetua fuga de sí mismo”, Bahamonde probó que el hombre nortino vivió y vive no en fuga, sino que en perseguimientos de vetas y filones, de venturas y alegrías, paras las manos y el corazón de todos los hombres que hermana la Tierra Madre.

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Retrato a Todo Sol de Mario Bahamonde Silva

Para la literatura nortina el taltalino Mario Bahamonde Silva fue una fuerza de creación que no se conformó con su tarea, sino la ensanchó, yendo a la de los otros que cruzaron como él las huellas de la pampa. De ahí el mérito de su obra que se levanta en cuentos de verdadera calidad literaria y de sólido acento humano, en novelas y ensayos, sin despreciar la oportunidad del poema. Pero, buscó viejos papeles, interrogó gentes y archivos, logrando enriquecer nuestra tradición y asegurar el paso hacia el futuro.

Hombre de cordialidad, de maestro de raza, enseñó pues donde estuvo, y cuando debió elegir el camino de sus ideas, este fue el de la libertad y el de la justicia. De ahí se alza su imagen que recordamos, como la de un compañero de poderosos relieves.

Si alguna distinción podría darse de Mario Bahamonde sería la de llamarlo, sencillamente: HOMBRE DEL NORTE. En tal categoría caben la sencillez y la grandeza de una criatura de servicio y sensibilidad, la sencillez de una piedra y la grandeza de un brazo de nuestro desierto.

Lo evocamos, de pie, oteando los paisajes del Norte y llamándonos a seguir fieles a su paso de amor por estos lares.

(Andrés Sabella)




ESCRIBIÓ SERGIO GAYTAN: Mario Bahamonde una aproximación

Introducción


Todo escritos es una individualidad muy especial, un ser que en el tiempo se traza una responsabilidad y ésta no es otra que decir, expresar, señalar, proyectar su pensamiento y sus ideas a través del difícil arte de cubrir con la mejor textura la página en blanco, ordenando las palabras.


MARIO BAHAMONDE (en la vida civil, Héctor Mario Bahamonde Silva), nació en la Bahía de Nuestra Señora de Taltal (o Puerto Mayor de Taltal), el 17 de abril de 1910 y falleció en “el patio norte de Taltal”, es decir Antofagasta, el 30 de noviembre de 1979; en su vida profesional llegó a ocupar los cargos de Rector del Liceo de Hombres de Antofagasta y Director del Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Chile, sede Antofagasta. Sin embrago, por su inclaudicable postura intelectual su imagen pública se verá como la de otros, acallada al llegar el término del régimen democrático chileno en septiembre de 1973 y surgir la dictadura militar que pretendió arrebatar todo, pero que jamás comprendió aquello del “que yo no digo mi canción, sino a quien conmigo va.


Junto a Andrés Sabella, fue incorporado a la Academia Chilena de la Lengua, el 6 de mayo de 1978.


Su vida la enfocó a unir palabras, no sólo las de su propia creación, sino las de otras voluntades que iban por el camino de la literatura del norte de Chile, tras el logro de esa materialización que es el libro, los libros.


Es el escritor que superó cada una de sus etapas al hacer nuevas entregas a las editoriales. Es el escritor que nos dejará corto, cada vez que aparezca una nueva obra suya, de allí que los juicios críticos de Yerko Moretic, quien lo definiera como un escritor nortino dedicado a las cosas de la pampa salitrera y, comentarios de Alfredo Aranda, quien expresó que “no salió de los moldes del narrador tradicional”, son válidos sólo hasta lo que en esos momentos, éste había publicado.


Su aporte técnico y temático permitió ensanchar la cuentística y novelística de nuestros extensos territorios. Su obra está jalonada por diversos hitos. Esos universos creados, seguirán señalando que aquí también es posible pensar. Su obra sorprende y sorprenderá aún más a quien efectúe una lectura total de ella, pero ahora sin moldes no esquemas preconcebidos.


UN RECUERDO SENTIMENTAL


Conocí a Mario Bahamonde, sólo hacia los años finales de su vida. Lo conocí en su soledad que le trajo el autoexilio y la salida de sus ámbitos universitarios y liceanos. Tengo la imagen de un hombre concentrado en sí mismo. Más bien parco de palabras cuando no quería proferirlas, pero alegre cuando recordaba algunas anécdotas, ya fuera de la vida literaria o de su intimidad, con esas andazas de sus “familiares” gatunos de alta estirpe, con nombres y apellidos vinosos o, tal vez, de su blanco regalón “Anónimo”.


Más de una tarde lo vi trabajar sobre su máquina de escribir, mientras “Anónimo” merodeaba por sus espaldas y cabeza. Lo hacía casi de un tirón, hecho que se refleja en la mayoría de sus cuentos, todos muy bien hilvanados. Debemos suponer que sus largos silencios eran producto de todo un proceso de elaboración.Sin embargo, el primer recuerdo que tengo de él, es de muchos años antes, tal vez 1958. Es la fría Rectoría del Liceo de Hombres, cuando me señaló frente a mi madre la siguiente pregunta: ¿A qué vienes tú al Liceo? La idea completa es que estábamos en el mes de diciembre y me había quedado repitiendo por primera vez. Seguramente debo haber sentido pena –y a lo mejor vergüenza- pues eso significaba mi salida del establecimiento.


Pasaron muchos, tal vez demasiados años, para que pudiera reencontrarme con el valor que fue y es Mario Bahamonde. El hombre que coleccionó inmensos y azules mapas salitreros, el que guardaba pequeñas cajas, cientos de fichas y papeles que sólo el tiempo conserva; el que tenía una amplia biblioteca, el que mantuvo miles de fichas demostrando su labor de investigador; el que añoraba, en lontanza la antigua Bahía de Nuestra Señora de Taltal, que lo hacía decir socarronamente que nuestra Antofagasta, era el patio de atrás de su puerto natal.


Estos años finales, lo fueron consumiendo por la pérdida de uno de sus hijos, producto del golpe militar. Me honró con su amistad, me permitió el ingreso a su casa. Vi cómo a otros se la negó (tal vez los inoportunos de siempre, con los que no tenía ninguna intención de dialogar). Lo vi pese a su dolor, como hombre entero. Como también lo alegre con la llegada de los paquetes de Editorial Nascimento que contenían su Diccionario y El Caudillo de Copiapó. Celebramos juntos esa noche de la noticia de su ingreso a la Academia Chilena de la Lengua. Hubo chanzas y pullas para el “académico”. Amante de la buena mesa y el mejor vino y alcohol. Por ahora, no quiero recordar esas botellas consumidas en la bohemia de su casa, donde a veces, nos preguntaba qué pasaba en la calle...No niego que esta es una imagen fragmentada. Pero es una imagen que no he olvidado, es una presencia y es otra presencia en el tiempo, como también lo son la de Andrés Sabella y Manuel Durán Díaz.


UNA APROXIMACIÓNMARIO BAHAMONDE


ingresa al mundo literario con una obra menor: El cara’e picante, que ya lo perfila como un narrador que deberá imponer con el tiempo su sello personal.Es un relato dividido en tres momentos: la tierra, el cara’e picante mismo y el destino. En la tierra, es la descripción de nuestros territorios, son los arenales, es la ausencia de arroyuelos y manantiales. Lo hace, diciendo que aquí hay un paisaje distinto que necesita de un hombre distinto para vencerla o al menos intentar domarla. Da detalles someros de una situación que comentaba Santos Callejas, que por el lado del Cerro Coloso, existía el derrotero naranjo.Canta a la pampa, al desierto; lo explica, lo describe y enuncia la gesta de los hombres que deberían enfrentar esta hosca geografía. El cara’e picante es uno de sus personajes, es el hombre que juega su vida, entre trabajo, ilusiones, alcohol y cierto sentido de fatalismo.


El cara’ e picante recibe este apodo debido a que: “Las sucias champas rojizas se le arremolinan abundantes por la frente, dando a la palidez de su cara una expresión revuelta y socarrona, de donde el agudo sentido del roto apuntó la semejanza con el exquisito plato extranjero” (pág 9).


Bahamonde, entonces, se incorpora con un texto de homenaje a la tierra que vio nacer y morir: el desierto del norte de Chile. Lo que se reafirma todavía más, al recordar la conferencia de Gonzalo Drago, donde señaló:“...si miramos hacia sus comienzos como alumno del Instituto Pedagógico, podemos afirmar que Bahamonde se inició literariamente en 1933 con su memoria para optar al título de profesor de Castellano, la que versó sobre “ANTOFAGASTA, TIERRA DE ESFUERZO”, donde cuenta la historia, la leyenda, destacando lugares importantes y la lucha del hombre en el medio ambiente”.Bahamonde alcanza relevancia nacional al ser incluido en Pampa volcada, en el proyecto editorial de Colección La Honda, bajo la dirección de Nicomedes Guzmán. A esto, debe agregarse ahora, el hecho de ser considerado uno de sus cuentos, como lo es El silencio sobre la tierra, en la antología preparada por la Universidad de Concepción, a través de la revista Atenea.El texto es otro relato minero trabajado con gran técnica literaria, aspecto que distinguirá de los narradores nortinos, amén de la intencionalidad y capacidad narrativas, surge ya el problema y la solución, desde el punto de vista técnico.Está ambientado en una zona geográfica que podemos identificar como los alrededores de Cobija y se desenvuelve en dos planos temporales. Un grupo de cateadores, acosados por las distancias, la ambición y la desesperación que genera la búsqueda del filón metálico, se ve agobiado aún más por la inmensidad y soledad.Dice: “El desierto atrapa, encierra, aplasta con su amplitud. Es una desesperación de luchar contra el silencio que duerme en la cara parada) (Pág. 116).


Pero luego descubriremos que esta situación fatalmente ya había ocurrido. Uno de los personajes se encuentra junto a un cadáver, varias “hojas sueltas , entre dos tapas de cartón, escritas a lápiz”. Es la técnica del relato frente al relato y por qué no decirlo, de una circularidad que invariablemente ha de morderse la cola.


Los últimos años de la década del cruenta. Servirán para generar la futura edición de su primer libro: De cuán lejos viene el tiempo, el que se armará en los talleres gráficos de la Escuela N° 9, y que apareció en 1951. Imaginamos que la edición del libro, enaltece a la cuidad, en la medida que habla de situaciones que le son propias.“Un día las cosas quedan definitivamente atrás –como los hombres cuando mueren- y el viento acumula tierra sobre el olvido”.Así dice en uno de los cinco cuentos que conforman este volumen y que contiene sendas ilustraciones de Nicolás Ferraro Panadés. Aquí, nuestro narrador se plantea ya uno de sus axiomas que desarrollará más tarde, el definirse como un guardián de la historia y entrar al rescate de seres, objetos y situaciones que un día fueron verdad. Es también la tradición la que él desea mantener.


Son cuentos que subtituló “del desierto” y narran las aventuras y peripecias de los que van tras un derrotero, tras el metal y el amor de una mujer y, que en una visión terrenal, la inmensidad geográfica termina por devorarlos, así como la ambición del hombre por ser único dueño de determinado mineral.


De cuán lejos viene el tiempo, nos muestra a un hombre frente a un paisaje, con sus particulares problemas de subsistencia, de enfrentar soledades, de atravesarlo en sus distintas direcciones y de mostrarlo a través de un tiempo el que ya fue parte de un hecho histórico-político o de otro cuya precisión no importa.


Estos mismo años de los inicios de la década del cincuenta no sólo sorprenden a Mario Bahamonde con la edición de su primer libro, sino además, vinculado a la actividad teatral junto a figuras de esa época, como Marina Teresa Castro, Flavia Wood, rené Largo Farías y María Cristina Zayr, quienes dieron vida al Grupo Libre de Teatro. El hoy ya desaparecido escenario del teatro Latorre sirvió para el estreno de la obra de Albert Camus El malentendido, situación que nos permite configurar lo atento que estaba al desenvolvimiento cultural.


La I. Municipalidad de Antofagasta, que por esos años auspiciaba concursos promoviendo la actividad literaria, premiaba los poemas Pueblo del Salar Grande de Sabella y en cuento, la obra que edita Nascimento en 1955, Huella rota. Está ambientado en Chuquicamanta en 1925, y otro aspecto técnico utilizado en Cara’e picante, vuelve a ser empleado. Aquí, a diferencia del esquema anterior, la narración se estructura en cuatro momentos: la mañana, huella rota, la noche y el amanecer. Hay morosidad y tempo. Su personaje –Rojo Muñoz_ es un sindicalista que debe huir de los agentes policiales, producto de una huelga. Es la época de las grandes diferencias entre obreros y empelados, es la odiosa dualidad en un mismo territorio y así nos lo plantea: “Acá queda Chile, con sus tierras muertas y sus distancias dormidas; al otro lado es Chilex, metálico y frío cómo una risa de gringo”. El sugestivo juego lingüístico, con la sola adicción de una letra, cambia toda una perspectiva, es la x que aparece imponiendo su barrera cultural y social.


Creemos que Ala Viva, esa diminuta aventurilla gráfica, como la definiera su autor, es el primer rasgo de universalizar nuestros territorios, a través del paisaje de la costa y eso, es en un plano inmanente, pues en el trascendente, esconde el ideal de libertad: “Ala Viva voló por primera vez abriendo todas sus ansias una mañana que las fuerzas se le metieron bajo las alas” (Pág. 15).


Allí, en más de una de sus páginas vuelve a fijas posiciones respecto de lo geográfico, al señalar por ejemplo que los hombres no van al mar, porque en la única parte que afincan nuestras raíces, es precisamente en la tierra...Nace también el diálogo entre el fantasma de Caracoles (reflejo de un hombre o de todos los hombres), con Ala Viva. Surge nuevamente su planteamiento de mantener y cuidar de una tradición. Aquí dirá: “Yo cuido la tradición, cuido el recuerdo de todo ese esfuerzo que se d desplegó aquí: cuido la vida pasada de una época” (Pág 39).


Es el narrador el que hábilmente dirigido por Bahamonde, nos refleja su propio pensamiento.Y junto a la tradición, cuato años más tarde, lo contemporáneo, cuando en 1960 entrega su selección de 16 Poetas Nortinos, y al año siguiente, Antofagasta, pasión y poesía. Pasión, redactada por nuestro historiador Floreal Recabarren y poesía, puesta entre otros por Andrés Sabella, Durán Díaz, Nicolás Ferraro, Antonio rendic, Salvador reyes y otros, junto a Mario Bahamonde. El texto, como todos los de ésta época, contiene viñetas e ilustraciones de Nicolás Pérez y los hermanos Frida y Arturo Ramírez.La época universitaria, vivida en la sede de la Universidad de Chile, en nuestra cuidad, lo lleva a iniciar la Revista de Cultura Ancora y dentro de ella, en su número inicial, Bahamonde volverá a insistir en el rescate del pasado. Escribe sobre el viejo periodismo nortino.Hacia 1966, cuando la cuidad habla del primer centenario de su poblamiento, edita a través de Editorial Universitaria, dos volúmenes imprescindibles para conocer el desarrollo de la literatura nortina, con su correspondiente ensayo.


De alguna manera, en todo narrador, subyace algo de historiador. Ya una vez José Antonio González P., describió el sentido de la historia que se presenta en la obra de Mario Bahamonde.


La literatura nortina, así, no es ni ha sido nunca una literatura de mera imaginación, sino que lo es con fuerte arraigo histórico. Otra muestra, será su relato sobre Paposo la olvidada historia de un pueblo. Y para aseverar aún más lo expresado, en el volumen tres de Ancora, una cronología de Antofagasta que cubre los años que van entre 1707 7 1983.La historia por supuesto que aporta personajes, y así es cuando en 1968, Ancora cumple su cuarto número, dedica las páginas 37 a 44 a “Abraham Jesús Brito y la poesía popular nortina”, a quien considera “el más grande poeta popular que ha producido el norte del país”. Su figura humana auténticamente nortina, y su figura literaria, auténticamente popular, trazan la fisonomía literaria de un ser que merece más reconocimiento y mejor recuerdo de la zona” (Päg. 40).Bahamonde, insistimos, no sólo se queda en sus facetas de narrador y poeta. En 1960, dentro del marco del Primer Seminario Internacional de Literatura Hispanoamericana, realizado en la Universidad del Norte, da a conocer gran parte de sus planteamientos como teórico, a través de nosotros, es también relevante la faceta del ensayista y que de alguna manera aquí también indicamos. La idea de rescatar el pasado pareciera ser una constante. De esto está conciente y así lo expresa cuando reseña por ejemplo nuestro mapa literario:“Tal vez ninguna otra zona de Chile contenga tanto relato y tanta historia social, industrial y humana y tanta página literaria. Sin embargo, todo esto es poco conocido, poco difundido y no siempre bien apreciado en su verídica significación con respecto a la tierra y al hombre nortinos” (Pág. 85 y ss.).


Más tarde al relacionar el conflicto tierra-hombre, distingue tres elementos fundamentales que deben presentarse como condición singular: ‘antigüedad’, ‘amplitud’ y ‘sensación de misterio’ (Cfr. Pág.88.). Y así, por lo menos, él lo ha demostrado a lo largo de su extensa obra.Conforme a lo primer, en Huellas Remotas, plantea: “...lo enterraron de acuerdo con sus costumbres ancestrales... y siguieron bebiendo y cantando los aires tristes de esos cerros, que son tan antiguos como toda la historia de la comunidad” (En Derroteros...pág. 51).


Como ejemplo de lo segundo: “Pero tenía que seguir andando porque el único imperativo de su vida era llegar. ¿A dónde? ¡Llegar...legar! Al menos si hubiera un camino, una huella vieja que fuera ¡pero qué? Al fin toda la pampa era un solo camino. ¡Llegar! (Toda la pampa es un solo camino, en Derroteros..., pág. 217).


Sin lugar a dudas que el plano ensayístico es también el surco donde convergen los caminos del humanismo. En 1971, Guía de la Producción Intelectual Nortina, que él aprecia como “estos ratros nortinos, con añoranzas, recuerdos y ganas de revitalizar nuestro pasado en función de un mejor mañana, más culto y más humano”, cuyas páginas amarillas, y no cargadas al avisaje, como las que se asocian a un listado telefónico, dan cuenta en apretada síntesis, del periodismo, de nuestras pequeñas historias regionales, de libros y autores valiosos y meritorios o de aquellos que han planteado nuestros problemas. Es el trabajo paciente de años de recopilación, de esa pasión juntapapeles, para que sirvan en el transcurso del tiempo y de la historia.Su obra está jalonada por diversos hitos. Es así que si el lector quisiera saber quiénes fueron y son, y qué hicieron los escritores de estas latitudes, recurra, sin más, a la Guía de la Producción Intelectual Nortina, cantera informativa de lo mucho que el norte tuvo y de lo poco que de él hemos conservado. Como grito mudo queda atrás lo perdido: documentos, periódicos, folclore, historia y registro de los tipos humanos, su habla, su historia y presencia. Es una invitación a dejar de lado de una vez por todas, lo que ya parece endémico entre nosotros: la improvisación y, a retomar y a comprender el verdadero valor de lo que significa nuestro pasado y nuestra tradición.


Su obsesión por el lenguaje que nos fue propio lo impulsó a entregar su maciza obra Diccionario de Voces del Norte de Chile, donde intenta testimoniar el habla, reconociendo lo difícil que es emprender esta tarea por carecer de antecedentes con la debida estrictez lingüística. Aquí, su enfoque cubre el eje sincrónico.Sí llegáramos a revisar en algún momento sus planteamientos expresado en 1969, respecto del relato literario del norte de Chile, volveríamos a encontrar médula y conocimiento. Aquí, cubre ahora el eje diacrónico, al leer, revisar y juzgar él mismo los textos que cita.Allí, hace más de un planteamiento válido respecto de cuáles son los tipos humanos de estas regiones y cuáles sus conflictos. Con esto, no se está indicando otra alternativa que hubo en Mario Bahamonde un ser juicioso, es decir, un ensayista, en el que todavía no hemos reparado. Bástenos como ejemplo, algunas expresiones tomadas a vuelo raudo, como ésta, aparecida en la Revista Ancora N° 6 que el dirigió:“La poesía lárica no es mala por el mero hecho de ser lugareña y localista. La poesía es mala por otras razones: por falta de calidad expresiva o por falta de talento artístico”.O cuántas oras deslizadas en su texto dado a conocer en 1980: Gabriela Mistral en Antofagasta . Años de forja y valentía. Pensemos cuánta verdad dice esta frase de su nota inicial: “Nuestra literatura chilena, en general, se renueva poco. Sólo de tarde en tarde surge talento, es decir, un renovador”. Y cuántas más, cuando prácticamente analiza y comenta expresión a expresión el Decálogo para una estética de la Mistral, como éste, por ejemplo: “Subirás de tu corazón a tu canto y te habrá purificado a ti el primero (G. Mistral). Reflexión de Bahamonde: “Y es verdad, por que cada artista arde en la sangre de su propia creación, la cual, si no nace desde el centro de la su vida, es imposible que pueda alcanzar profundidad”.


Desde otra perspectiva, este mismo texto, no deja de ser un trabajo de investigación, una novelización de esa vida, una recopilación de textos mistralianos comentados y enjuiciados.Recordemos también que toda obra gruesa y de arquitectura de El Caudillo de Copiapó, le implicó también un exhaustivo trabajo de investigación, tanto a nivel de textos periodísticos como históricos. Con un buen ojo de no cansado lector, aparece una y otra vez el ensayista. A lo mejor, un buen comentarista de cine podría decir que Bahamonde, cual excelente director, a cada instante le hace guiños al espectador.Indiquemos que las tres partes que constituyen la novela, se inician con un epígrafe. Uno de Jotabeche, otro tomado del periódico El Constituyente y el otro de Pedro Pablo Figueroa.Ruta Panamericana (1980), novela escrita en clave sobre una galería de personajes y hechos que reflejan tal vez, la otra cara de Antofagasta y su gente. A párrafos apoyados fuertemente por la técnica (Cfr.. págs 17 y ss.), donde relata ‘radialmente’ una carrera de caballos, al tiempo que por un sugerido montaje realizaríase el acto amatorio: “(Y él quietecito encima de la potranca, respirando apenas, con las piernas bien firmes por las costillas del animal...)” (pág 18); referencias a locales comerciales que sí existieron: “...al momento de salir de la Foto Alex con su sobrecito de seis fotografías tamaño carnet...” (pág. 88); así como de otros, que sólo existen en la imaginación del narrador: “Vivimos al lado, en la avenida Volney...” (pág 27); “...vivía en la avenida Escritor Salvador Reyes...” (pág. 40).Uno de los personajes que aparece es Joseph Pap (y no nos pidan descifrar la clave, pues por sus señas lo conocerís): “Vive en Antofagasta y pudo haber sido inmensamente rico, pero prefirió ser nortino... con su tamaño familiar y su impecable traje gris, tan señorial y sonriente” (pág 51 y ss.).Hay también juicios ácidos para Antofagasta: “Una aldea grande, enferma de alineación por ignorancia y ceguera. Pero es mejor que se desengañen por ustedes mismo y, cuando puedan, se aparezcan por acá a soportar su pobreza y a reírse de los figurones” (pág 52). Y junto a ello, una gran dosis de ironía y humor negro: “Señoras y señores: dentro de poco tendrán la oportunidad de presenciar el hecho más extraño de la historia humana, jamás presentado ante público alguno. Podrán presenciar la desintegración de un ser humano... la lucha del hombre contra su hambre” (pág.111).En otras de sus páginas vemos pantagruélicas enumeraciones que se generan de una “fritanguería espantosa”, a lo menos treinta variedades para degustar; así como el efecto que producirán las “píldoras Hollway”, panacea para aliviar una veintena de enfermedades. Es un poco también el influjo del realismo mágico en la novela contemporánea.Toda esta situación novelesca se genera por el diálogo que sostienen los pasajeros de un bus interprovincial, que sólo son identificados por los números de sus asientos. Hay soltura de mano en el narrar que demuestra el oficio del escritor, aunque a ratos esta agilidad baje en calibre literaria.


Gente de Greda o Los ceremoniales del tiempo, es una novela desarrollada con una perfecta interpolación de planos en el tiempo. Se descubre allí en las trece primeras páginas y cinco finales, un tiempo histórico o real, quedando la esencia misma de ella, en un tiempo mítico O irreal. Obra cercana a las de encantamientos, pues según definición de diccionarios, es del obrar maravillas ejerciendo un poder mágico sobre las cosas y personas, según creencia vulgar.Linealmente es el viaje en bus de una persona entre Vicuña y La Serena, recorrido que no alcanza a una hora cronológica. Literariamente, es la síntesis temporal que abarca desde los tiempo precolombinos, a través de la cultura Thiakitas, pasando por la llegada de los piratas y corsarios ingleses a nuestras costas (siglo XVI), presencia española en esa región y florecimiento de una particular cultura popular. Novela, entonces, donde se funde realidad y mito.


Con lo enunciado, se demuestra cumplir una de las tesis literarias para los escritores de la Generación del 38, según canon de Fernando Alegría, pues Bahamonde, que metodológicamente pertenece a esa generación, con esta obra, consigue “superar la expresión localista por medio de un realismo de base popular y de proyecciones universales”.Y aún más, si seguimos los planteamientos de Alegría, nos encontraremos con que en el taltalino, también existió una “preocupación por incorporar a la literatura zonas de nuestra sociedad hasta entonces ignoradas por otros escritores criollistas”. Preocupación que ya se había manifestado no sólo en su Guí..., sino también en su diccionario... En éstos, las zonas geográficas extremas cubren desde Arica hasta Los Vilos.Al tratar de penetrar un poco dentro de la novela podemos distinguir una serie de distintos niveles de lenguaje que van armando su verdadera configuración.


(texto incompleto...)



CORRIDOS Y DÉCIMAS POPULARES ESCRITAS EN HOMENAJE A MARIO BAHAMONDE Y A LA FAMILIA BAHAMONDE EN CHILOÉ


Referencia: el abuelo de Mario Bahamonde, Belisario Bahamonde, fue capitán de puerto en Chiloé y tuvo la responsabilidad de capturar al mítico bandido Ñancupel... después de este recordado acto le escribieron un corrido en su honor.



CORRIDO DE PEDRO MARIA NACUPEL
(Anónimo popular chilote)


Oh, Jesús amoroso,
mi Dios y padre mío. Dame Dios entendimiento
en mi torpe fulmería.
El caso más peregrino
del señor Pedro Ñacúpel,
que en Melinka fue cautivo.
el capitán de ese puerto,
aunque tenía temor
con toda su policía
se embarca con gran valor.
El práctico que sabía
dónde estaba su habitación,
mandó izar las velas
y dio la dirección:
al Este casa de ramas,
Al sur mata de quilas.
Dicen que llegando a Melinka
Lo buscaban como flores
Al primero capitán
don Belisario Bahamonde
a cuya casa llegaban
en busca de provisiones
y una vez habilitados
se lanzaban como leones.
Los primeros que mataron
de Terao, los Manquemillas,
llevaron balas y macanas
y muchas embarcaciones,
encontrando chalupas
que andaban a la pesca.
Iremos con los hacheros
y que Dios nos favorezca.
Permitió la Omnipotencia,
El mismo verbo divino,
se fueron y lo agarraron
como pájaro en su nido.
lo llevaron a Melinka
con suena barra e grillos.
Esto decía Pedro Ñacúpel:
“En la cabeza me va a entrar“
hace lo que intento:
“no voy a dejar de matar“
no siendo que llegue a ciento.
“Vamos a Puerto Lobos,
hay un barco de franquicia,
“le quitaremos el dinero
para quitarles la vida.
”Y se fueron a efectuarlo
Esta mala compañía:
Los que estaban en el buque
Rindieron así la vida
Les sepultaron los cuerpos
En las cuevas escondidos.
Viéndose Pedro Ñacupel
De la suerte tan perdido
Principió a lamentarse
En la cárcel escondido.
Estas palabras decía:
“Conviene que yo padezca,
“padezco por gusto mío,
“yo mis intenciones eran,
“si no me fuera apresado,
“de pegar fuego a Melinka“
y matar los empleados.”
Y aquí da fin a esta historia.
El consejo será bueno:
y que sirva de ejemplo
el caso tan desgraciado
del povre Pedro Ñacúpel.
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CARTA DE UN POETA POPULAR DEL NORTE CHICO A MARIO BAHAMONDE.
(Décimas populares)



Le contesto mensajero
y perdone la demora
pero he pasado las horas
trabajando en el sendero,
he vuelto a ver al minero
llevando la dura carga
de esas horas tan largas
donde el viento se acurruca,
han muerto las añuñucas
en las sierras de Agua Amarga.
¡Oh! Mis sierras de agua amarga,
atalaya de mi mundo,
con el amor más profundo
fuiste mi escuela más larga,
mi pluma sólo se encarga
de aliviarte este martirio
que sin agua y con delirio
suspira la flor marchita:
de Romero a Vizcachita
murieron todos los lirios.
El que nacido en el campo
de su tierra no se queja
porque aquí sólo se deja
las amarguras y el llanto,
aquí solloza el canto
como todo infortunio
he vuelto hoy al pasado,
aquí nací y esto es mío,
soy lágrima del rocío
en el sendero escarpado.
mi pregonero Bahamonde:
es el obrero que escribe
cuando el sol ya se despide
y en el ocaso se esconde,
el eco sólo responde
a los cantos del poeta,
que sólo tiene una meta
en las paredes salobres:
machacar el duro cobre
mano a mano con la veta.
Saqué del quisco la espina,
del obrero los lamentos,
del arriero el sufrimiento
tras la recue que camina...
con mis manos en la mina
tomé el barreno por guía,
maldecí la tiraníaq
ue explota nuestro Universo,
de allí nacieron los versos:
fue grito de rebeldía.
La fecha como comprende,
no recuerdo, y lo reprocho,
pero fue en el cincuenta y ocho
en la campaña de Allende;
tengo un pariente, don Bene,
viejito ciego y cantor
que es un rico payador,
a él lo escuché cantar
y era el verso popular
música, risa y dolor.
Me gustó “la popular”
porque es dura como el cerro,
si el perro se llama perro
no le puedo decir can,
si al explotador brutal
todos le llaman señor
yo le digo que es ladrón,
hasta ahí mi cortesía,
mi amor por la poesía
lo saqué sudando al sol.
Sólo escribo lo que siento
cuando mi mano encallada
después de dura jornada
descansa de los lamentos
describo a mi campamento,
a la madre sufrida,
porque en las sierras perdida
sal lado del barretero
ella da el amor sincero
y es capaz de dar la vida.
Hasta aquí llega lo escrito
sin que tenga la respuesta,
mi vida han sido las cuestas
con llantos, penas y gritos
desde aquel día bendito
que mi madre me trajera
fue en el campo, en primavera,
en octubre por fortuna,
el lugar se llama Tuna,
pues nací bajo una higuera.
Soy el tercero en la lista
y el mayor que otros once,
orgullosos estoy entonces
de mi pobre viejecita,
ya que mi pecho palpita
al recordar esto bello
me despido con destello
como a mí me corresponde
amigo Mario Bahamonde,
atentamente, Luis Cuello.
(Vallenar, 15 de Nov. De 1970)

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